miércoles, 21 de marzo de 2012

¿DE QUIEN ES LA CULPA?



¿De quien es la culpa?

De seguro en algún momento de tu vida has estado ahí: Surge un problema y de seguidas comienzan las especulaciones, que luego son trasladadas al terreno oral para encontrar un culpable. Esto con seguridad termina en un intercambio, de palabras y acusaciones, que conducirán (es posible), a disculpas que terminan con malas caras y sentimientos de frustración o tal vez decepción.

Los conflictos

Por descarte esto nos mueve a pensar que para resolver un conflicto hay que encontrar un responsable y hacer notar fehacientemente su error. Pero; la realidad nos obliga a pensar que, buscar un culpable, solo potencia la tela de araña de recriminaciones que, para ser sinceros pocas veces ayuda. Centrarse en la culpa es una idea inconveniente porque nubla nuestra capacidad para entender que está propiciando el problema y de buscar las maneras de resorberlo. Escriben algunos estudiosos como: Stone, Heen y Patton, en el libro Conversaciones difíciles. Miembros del Proyecto de Negociación de Harvard, se pronuncian por algo más efectivo que apuntar con el dedo; llevar la conversación al terreno de la contribución.

¿Por ejemplo? En vez de tener en cuenta lo pasado y apuntar culpables, es mejor tratar de entender la situación y pasearse por las posibles soluciones mirando hacia delante: Sin duda alguna que esto ayudará a sincerar las relaciones, siendo que al aceptar hablar de contribución estamos asumiendo nuestra participación en el hecho. Pero; no hay que llamarse a engaño. Porque todos en menor o mayor grado, cargamos una cuota de responsabilidad en el episodio.

¡Responsabilidad!

¿Responsable yo; cuando que está más claro quien tiene la culpa de las malas calificaciones, el negocio fracasado, o la infidelidad? Si te detienes a pensar objetivamente y en profundidad, ciertamente que verás otro panorama. Es más fácil recriminar y establecer una pena, pero esto no mejora la relación ni promoverá ningún cambio en las cosas. La premisa más inteligente es entender lo acontecido y llamarnos a reflexión sobre lo que no hicimos o dejamos de hacer para que se produjera. De esta manera podemos entablar una conversación con la otra persona, para hacerle una invitación a que haga lo mismo y unidos explorar formas alternativas para que el error no se repita. A simple vista hay aquí una vía que de hecho permitirá un buen número de cambios y enseñanzas.

¿Se trata de ingenuidad?

¿Es acaso ingenua la cuestión, sobre todo ante jefas estresadas o jefes testarudos? No lo creo relevante tomarlo así, al tomar en consideración que por el otro camino solo extendemos el suplicio. Para plantear una conversación que aparte las trabas de la culpa debemos entender nuestra contribución y la de los otros en la situación (no precisas apropiártela toda o esquivarla). Por otro lado esto nos permitirá explayarnos al hablar de nuestras percepciones y emociones cristalinamente, inclusive tomar una parte de responsabilidad al inicio del diálogo. Aunque sea temerario, así podemos evitar que la otra persona se ponga a la defensiva y se niegue a hablar de su participación.

¿Existe una fórmula? Los autores de Conversaciones difíciles acotan como recomendación dejar en claro a la otra persona lo que pensamos que debería hacer distinto como, una manera de ayudarnos a que actuemos de mejor manera en el futuro. Así; en vez de culpa y castigo, nos comprometemos a mejorar la relación. Estamos claros que no debemos hacernos ilusión de que todos pegarán el salto de la culpa a la contribución en unos días. Por supuesto que este es un aprendizaje que requiere tiempo y práctica, así que no asumas culpa si en la próxima conversación terminas señalando al otro con el dedo. Porque ya; tomando cuenta de lo que estás haciendo, sabes que existe una forma de resolver el conflicto, estás bien encaminado.