lunes, 22 de julio de 2013

DESCOMPOSICIÓN SOCIAL Y VIOLENCIA

Descomposición social y violencia

Se entiende la descomposición social como; el desmembramiento de los patrones asociativos de solidaridad, el respeto a la dignidad de los individuos, el irrespeto a la autoridad, al marco normativo del estado de derecho y a la institucionalidad. Y si a esto unimos la violencia que es la acción intencionada de ejercicio de la fuerza para producir daño a la integridad personal o grupos de personas contra la que se acomete.

Es entendible que ambos fenómenos  son en la práctica la declinación de los modelos de convivencia y socialidad de las comunidades en cualquier ámbito, causando un gran impacto negativo en los niveles de gobernabilidad, soliviantando los puntos de relación entre el estado y la sociedad, como entre los distintos grupos sociales que se interrelacionan.


Los actos de protesta, los reclamos de las reivindicaciones por parte de grupos y sectores, el acomodo de los ciudadanos en la defensa de la libertad de expresión y la promoción de propuestas, la denuncia de los actos de gobierno que lesionan institucionalmente a los ciudadanos, el derecho al disenso, la movilización social…, son en su totalidad acciones y elementos sanos, lógicos en un estado de derecho democrático. Tales expresiones deben ser valoradas y toleradas como demostraciones de pluralidad y la prevalencia de las libertades públicas. No obstante, cuando dichas manifestaciones se organizan con el fin de subvertir las instituciones democráticas, promover la desestabilización social, resaltar las diferencias, incitar a la violencia y, con ello propiciar una respuesta de igual tenor, deben utilizarse otros juicios de valor para analizarlos.

Sin embargo los grupos que protestan y hacen movilizaciones, no pueden pretender que se obvien sus excesos, ni pueden reclamar amparo legar de las autoridades democráticas, para justificar desorden y provocaciones.

Pero es inexcusable que las autoridades amparadas en el poder omnímodo que les da el estar amparados por el gobierno de turno, arremetan con  todas las armas a su disposición para evitar la protesta, las movilizaciones, la libertad a expresar su rechazo a las malas prácticas de gobierno que perjudican a la ciudadanía. Se criminaliza el emitir opinión, el denunciar a algún personero del gobierno que ha incurrido o está incurriendo en actos contra la cosa pública, tráfico de influencias, conchupancia en corrupción, asociación para delinquir, utilizando al poder judicial en contra del denunciante y no en contra del denunciado, aterrorizando a los medios de comunicación y a los ciudadanos para que guarden silencio por las mil y una manera de corrupción de estos delincuentes de cuello blanco.

Lamentablemente en América latina en este momento que nos ocupa está pasando por una más de esas crisis que se presentan cada 20 o 30 años, donde afloran los rencores, prejuicios y complejos ancestrales típicos de los pueblos de nuestra región y de los cuales se aprovechan ese liderazgo desfasado de las izquierdas que han fracasado en todo el mundo. Se les vende a los pueblos igualdad social, acabar con la pobreza, educación de primer mundo, calidad de vida de primer nivel y, luego terminan siendo más pobres, con menos oportunidades de trabajo, educación mediocre y en general pérdida total o parcial de sus derechos fundamentales.
Nos toca a los ciudadanos mirar con pupila crítica lo que pasa en nuestro país en particular sea cual sea, solo nosotros podemos cambiar esta realidad que hoy nos tiene pegados a la pared, somos los ciudadanos los que ponemos y quitamos gobernantes, todavía tenemos esa facultad, los que gobiernan son menos que nosotros, no hay país sometido sino se quiere someter. Cada vez que nos toca votar, tenemos la oportunidad de cambiar de gobierno, por mucho fraude que hagan, todo es tener la voluntad para rescatar y construir la nación que queremos.