lunes, 20 de agosto de 2012

PONGÁMONOS EN SU LUGAR



Pongámonos en su lugar

Se dice que ponernos en lugar de otros nos hace más humanos. Indudablemente. Sentir las emociones de los demás como propias, tener el impulso de hacer algo por su bienestar, es algo que está grabado indeleblemente en nuestros genes. Empatía es su nombre, así se llama esta capacidad de salir de esa burbuja mental y mostrarnos a otras personas. Lo grandioso es que esta emoción resulta contagiosa, creciente, y está en permanente evolución.

Es verdaderamente difícil de creer, nuestra especie ha desarrollado la empatía de una manera extraordinaria, Esto ocurre gracias a los cambios naturales del cerebro y cultura. Por una vía hemos aumentado las conexiones neuronales y la capacidad de racionamiento, pero también hemos refinado los acuerdos sociales para contener las actitudes destructivas. No es cosa de locura decir que la humanidad ha dado grandes pasos en la búsqueda de la paz. Esto no es un invento, así lo dicen diversos estudios, tal lo dice el español Eduard Punset en su Viaje al optimismo “A pesar de la persección engañosa de un aumento en los niveles de violencia, se están afianzando mayores niveles de empatía y altruismo en las sociedades modernas”.

Por supuesto las noticias parecieran contradecirlo, pero por cada episodio donde unas personas acaban o malogran las vidas de otros, hay innumerables muestras de compasión y solidaridad…, aunque no generen noticias. Esta facultad de conectarnos para aliviar la situación de otra gente tiene la maravillosa cualidad de ser un proceso mental que no distingue lo emocional de lo físico. Tanto el hambre que sufre una persona, como su dolor por motivo de la pérdida de un ser querido, impacta nuestra mente con la misma energía y nos incita a actuar en consecuencia.



¿Ejemplo? Existe en Venezuela una organización llamada Esperanza Venezuela, es una notable iniciativa que aspira reducir los niveles de violencia al crear conciencia sobre sus efectos devastadores. Los personajes centrales son madres que han perdido a sus hijos en algún hecho violento. En el ahora la campaña está centrada en el siguiente mensaje, “Ponte en su lugar”. ¿Puedes ponerte en el lugar de una madre que ha perdido un hijo? ¿Serás capaz de sentir ese dolor ajeno? ¿O lo has sentido tú, en carne propia?

Cuando una persona es impactada por la pérdida violenta de un ser querido, se gesta ahí una emoción que se hace recurrente cada vez que mira su foto y una luz que la ilumina; emoción que no se puede expresar en una estadística, los informes de Derechos Humanos, o  las crónicas de prensa. De alguna forma es humano sentir lo que esa persona ha sentido, además de que es algo difícil de olvidar.

Los voluntarios de Esperanza Venezuela razonan que el paso primero para la construcción de la paz es; que nos hagamos solidarios con quienes han perdido a sus hijos en manos de la violencia. De hecho existe la convicción de que es así. Y, ciertamente la mayor esperanza es que la empatía que nos vuelve más humanos siga creciendo universalmente para convertir el altruismo y la bondad en principio de consumo corriente.
¿Difícil de creer? Observa a tu alrededor, los ejemplos de solidaridad se palpan en todas partes, unas veces grandes, otras pequeños, esparciéndose como olas, en el océano algunas veces tormentoso. Y nosotros, todos podemos ser parte de esa corriente. Afortunadamente tenemos la capacidad de sentir.






                                                                                                        


 

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