¿De quien es la culpa?
De seguro en algún momento de tu vida has estado ahí: Surge
un problema y de seguidas comienzan las especulaciones, que luego son
trasladadas al terreno oral para encontrar un culpable. Esto con seguridad termina
en un intercambio, de palabras y acusaciones, que conducirán (es posible), a
disculpas que terminan con malas caras y sentimientos de frustración o tal vez
decepción.
Los conflictos
Por descarte esto nos mueve a pensar que para resolver un
conflicto hay que encontrar un responsable y hacer notar fehacientemente su
error. Pero; la realidad nos obliga a pensar que, buscar un culpable, solo
potencia la tela de araña de recriminaciones que, para ser sinceros pocas veces
ayuda. Centrarse en la culpa es una idea inconveniente porque nubla nuestra
capacidad para entender que está propiciando el problema y de buscar las
maneras de resorberlo. Escriben algunos estudiosos como: Stone, Heen y Patton,
en el libro Conversaciones difíciles. Miembros del Proyecto de Negociación de
Harvard, se pronuncian por algo más efectivo que apuntar con el dedo; llevar la
conversación al terreno de la contribución.
¿Por ejemplo? En vez de tener en cuenta lo pasado y apuntar
culpables, es mejor tratar de entender la situación y pasearse por las posibles
soluciones mirando hacia delante: Sin duda alguna que esto ayudará a sincerar
las relaciones, siendo que al aceptar hablar de contribución estamos asumiendo
nuestra participación en el hecho. Pero; no hay que llamarse a engaño. Porque
todos en menor o mayor grado, cargamos una cuota de responsabilidad en el
episodio.
¡Responsabilidad!
¿Responsable yo; cuando que está más claro quien tiene la
culpa de las malas calificaciones, el negocio fracasado, o la infidelidad? Si
te detienes a pensar objetivamente y en profundidad, ciertamente que verás otro
panorama. Es más fácil recriminar y establecer una pena, pero esto no mejora la
relación ni promoverá ningún cambio en las cosas. La premisa más inteligente es
entender lo acontecido y llamarnos a reflexión sobre lo que no hicimos o
dejamos de hacer para que se produjera. De esta manera podemos entablar una
conversación con la otra persona, para hacerle una invitación a que haga lo
mismo y unidos explorar formas alternativas para que el error no se repita. A
simple vista hay aquí una vía que de hecho permitirá un buen número de cambios
y enseñanzas.
¿Se trata de ingenuidad?
¿Es acaso ingenua la cuestión, sobre todo ante jefas
estresadas o jefes testarudos? No lo creo relevante tomarlo así, al tomar en
consideración que por el otro camino solo extendemos el suplicio. Para plantear
una conversación que aparte las trabas de la culpa debemos entender nuestra
contribución y la de los otros en la situación (no precisas apropiártela toda o
esquivarla). Por otro lado esto nos permitirá explayarnos al hablar de nuestras
percepciones y emociones cristalinamente, inclusive tomar una parte de
responsabilidad al inicio del diálogo. Aunque sea temerario, así podemos evitar
que la otra persona se ponga a la defensiva y se niegue a hablar de su
participación.
¿Existe una fórmula? Los autores de Conversaciones difíciles
acotan como recomendación dejar en claro a la otra persona lo que pensamos que
debería hacer distinto como, una manera de ayudarnos a que actuemos de mejor
manera en el futuro. Así; en vez de culpa y castigo, nos comprometemos a
mejorar la relación. Estamos claros que no debemos hacernos ilusión de que
todos pegarán el salto de la culpa a la contribución en unos días. Por supuesto
que este es un aprendizaje que requiere tiempo y práctica, así que no asumas
culpa si en la próxima conversación terminas señalando al otro con el dedo.
Porque ya; tomando cuenta de lo que estás haciendo, sabes que existe una forma
de resolver el conflicto, estás bien encaminado.