vida |
¡Para!
Y comienza de nuevo
Son innumerables las personas que aparentemente han
logrado organizar sus vidas con tanta perfección que les resulta casi un
sacrilegio intentar introducir algún cambio en su cotidianidad.
Más en el fondo
el resultado de vivir en este apartado de comodidad y de haber alcanzado las
metas trazadas, levantan la cortina y se dan cuenta que todavía sienten ese
sentimiento de soledad interior que no les ha permitido infortunadamente gozar
de la paz y la alegría que alguna vez pretendieron alcanzar.
Ante esta circunstancia la minuta de objetivos
personales incluso tan sencillas como el deseo de reparar por ti mismo tu
automóvil, tomarte una copa de vino con tu pareja, cumplir tu deseo de salir de
vacaciones con la familia…, van quedando en un limbo al apreciar cándidamente
que ello no es urgente.
Si pensamos con propiedad el devenir de la vida se
ha tornado en una interminable carrera para alcanzar las cosas que hemos
deseado casi desde que tenemos uso de razón, con el agravante, que generalmente;
ni siquiera son necesarias. No obstante vamos dejando trozos de vida en el
camino, ocupando gran parte del tiempo útil en una carrera que no termina
nunca. El deber ser siempre se enfrenta al querer ser en el decurso de la vida.
Cuando nos solazamos en algún momento de disfrute o esparcimiento, nos asalta
un indeseable sentimiento de culpa, angustiándonos por lo que hacemos por
placer, en vez de hacerlo por deber.
El ser humano está programado para ocuparse todo el
tiempo de algo en su tiempo útil. Esto es tan cierto, hasta el punto en que
después de haber cumplido con un trabajo, responsabilidades, más compromisos, la
mente procede a traer el recuerdo de algún asunto pendiente por hacer, para de
seguidas ocuparnos de ella y así nos despojamos del poquísimo tiempo libre que
podríamos disfrutar.
Las personas van creando discapacidades
mentales-funcionales para no disfrutar del tiempo libre, con tranquilidad y sin
culpa, inventándose ocupaciones y actividades que no tienen.
Esto nos lleva a hacernos una reflexión. Debemos
hacer una revisión de nuestro estilo de vida y hacernos la siguiente pregunta:
¿Qué hacer para hacerlo más simple y ganar el tiempo de calidad para lograr
disfrutarlo, apreciando las cosas más sencillas que son la verdadera esencia de
la vida?
El estrés, la rutina, aunados a las presiones por
causa de exceso de responsabilidad, permiten en un momento dado darle más valor
a lo superfluo y material, pensando inopinadamente que nos vamos a sentir bien,
aunque fugazmente. De esta manera vamos aplazando los sueños de antaño y el
gozo de compartir con los seres queridos y de estar inmersos en actividades
sencillamente gratificantes.
Los huecos de la vida, no es posible llenarlos con
una actividad acuciante o atragantándote de cosas que te apartan de la
realidad, contrariamente; es bajando tu carrera cuesta abajo y acometiendo
menos actividades que, es como lograremos reencontrarnos con la vida y con
nosotros mismos, cubriendo nuestras necesidades.
El encontrar el sentido trascendente de nuestra vida,
seguramente hará que el valor de cada pequeño o gran esfuerzo que tenga como
objetivo conseguir el bienestar, la libertad en su esencia, nos llevará a ser
auténticos, determinados, seguros, para mayor gozo, compartiendo lo mejor de
nosotros con los demás.
Sabemos que para algunas personas frenar el ritmo de
trabajo sostenido en los últimos años, puede representar para ellos quedar
desincorporados en todos los aspectos de su vida, perdiendo de esta manera la
motivación, la pasión y el entusiasmo. Retirarse tiene aspectos delicados para
quien lo hace. Por esto cuando la persona pasa por este trance, es conveniente
mantener alguna actividad mental y física para no perder la vitalidad, la
claridad mental y la juventud espiritual. Ingredientes necesarios para aceptar
la vida en toda su expresión, con alegría y plenitud.
Fuente. Revista Estampas
El Universal
Mente y Espíritu, Maytte