Pongámonos
en su lugar
Se dice que ponernos en lugar de otros nos hace más
humanos. Indudablemente. Sentir las emociones de los demás como propias, tener
el impulso de hacer algo por su bienestar, es algo que está grabado
indeleblemente en nuestros genes. Empatía es su nombre, así se llama esta
capacidad de salir de esa burbuja mental y mostrarnos a otras personas. Lo
grandioso es que esta emoción resulta contagiosa, creciente, y está en
permanente evolución.
Es verdaderamente difícil de creer, nuestra especie
ha desarrollado la empatía de una manera extraordinaria, Esto ocurre gracias a
los cambios naturales del cerebro y cultura. Por una vía hemos aumentado las
conexiones neuronales y la capacidad de racionamiento, pero también hemos refinado
los acuerdos sociales para contener las actitudes destructivas. No es cosa de
locura decir que la humanidad ha dado grandes pasos en la búsqueda de la paz.
Esto no es un invento, así lo dicen diversos estudios, tal lo dice el español
Eduard Punset en su Viaje al optimismo “A pesar de la persección engañosa de un
aumento en los niveles de violencia, se están afianzando mayores niveles de
empatía y altruismo en las sociedades modernas”.
Por supuesto las noticias parecieran contradecirlo,
pero por cada episodio donde unas personas acaban o malogran las vidas de
otros, hay innumerables muestras de compasión y solidaridad…, aunque no generen
noticias. Esta facultad de conectarnos para aliviar la situación de otra gente
tiene la maravillosa cualidad de ser un proceso mental que no distingue lo
emocional de lo físico. Tanto el hambre que sufre una persona, como su dolor
por motivo de la pérdida de un ser querido, impacta nuestra mente con la misma
energía y nos incita a actuar en consecuencia.
¿Ejemplo? Existe en Venezuela una organización
llamada Esperanza Venezuela, es una notable iniciativa que aspira reducir los
niveles de violencia al crear conciencia sobre sus efectos devastadores. Los
personajes centrales son madres que han perdido a sus hijos en algún hecho
violento. En el ahora la campaña está centrada en el siguiente mensaje, “Ponte
en su lugar”. ¿Puedes ponerte en el lugar de una madre que ha perdido un hijo?
¿Serás capaz de sentir ese dolor ajeno? ¿O lo has sentido tú, en carne propia?
Cuando una persona es impactada por la pérdida
violenta de un ser querido, se gesta ahí una emoción que se hace recurrente
cada vez que mira su foto y una luz que la ilumina; emoción que no se puede
expresar en una estadística, los informes de Derechos Humanos, o las crónicas de prensa. De alguna forma es
humano sentir lo que esa persona ha sentido, además de que es algo difícil de
olvidar.
Los voluntarios de Esperanza Venezuela razonan que
el paso primero para la construcción de la paz es; que nos hagamos solidarios con
quienes han perdido a sus hijos en manos de la violencia. De hecho existe la
convicción de que es así. Y, ciertamente la mayor esperanza es que la empatía
que nos vuelve más humanos siga creciendo universalmente para convertir el
altruismo y la bondad en principio de consumo corriente.
¿Difícil de creer? Observa a tu alrededor, los
ejemplos de solidaridad se palpan en todas partes, unas veces grandes, otras
pequeños, esparciéndose como olas, en el océano algunas veces tormentoso. Y
nosotros, todos podemos ser parte de esa corriente. Afortunadamente tenemos la
capacidad de sentir.