Imposible encontrar a alguien para casarse en
Bulgaria
Bulgaria |
"Es
imposible encontrar a alguien para casarse": la terrible soledad de los
habitantes del país donde la población disminuye más rápido en el mundo.
Tiene 30 años, pero dice que
se siente solo. Es uno de los pocos hombres jóvenes que aún quedan el
pueblo. "Todos mis amigos,
la gente con la que crecí, se fueron hace mucho tiempo", asegura.
Su nombre es Stoyan
Evtimov, dirige un grupo de canto folklórico y organiza un festival de música
anual, un intento de revivir la música matrimonial tradicional en Peshtera, un
pueblo perdido en las montañas de Bulgaria.
Aún así, asegura que la
vida en el pueblo se está volviendo insostenible, sobre todo desde el punto de
vista sentimental. "Es imposible
encontrar a alguien para casarse aquí en el pueblo, o en las aldeas,
simplemente porque no hay jóvenes, la única oportunidad de encontrar a alguien
está en la ciudad", dice. "Sería muy triste y difícil para mí
dejar el pueblo, pero tendré que hacerlo en algún momento".
Después del comunismo
Las aldeas búlgaras,
como las de gran parte de Europa, han estado perdiendo habitantes durante
décadas. Cuando el comunismo llegó al poder después de la Segunda Guerra
Mundial, implementaron la agricultura colectiva y muchos trabajadores agrícolas
encontraron empleo en nuevas fábricas. Pero después de que el comunismo cayó en
1989 y las granjas colectivas desaparecieron comenzó la tendencia a abandonar
los campos y migrar hacia las ciudades.
Muchas personas no
terminaron ahí: continuaron su búsqueda de trabajo y de una nueva vida en el
extranjero. En 1989, casi nueve millones de habitantes vivían en Bulgaria.
Actualmente son sólo poco más de siete millones. Para 2050 se prevé que este
número sea inferior a 5,5 millones. A fines del siglo, podría ser cerca de la mitad de la población actual.
Junto al éxodo masivo, otro factor contribuye a esta disminución de la
población en Bulgaria: la tasa de natalidad.
La última vez que un
niño nació en el pueblo, recuerda la tendera Stefka -cuyos dos hijos se han
mudado a la ciudad- fue hace una década. La niña y su madre ahora viven en
Chipre, añade. La gran mayoría de las personas que Stefka sirve son mayores de
60 años. Las estanterías están escasamente abastecidas porque no hay muchos
clientes y ella cree que, dentro de poco, la tienda tendrá que cerrar.
Stefka |
Más arriba en la
montaña, los negocios del pueblo ya han dejado de funcionar, junto con las
escuelas y los servicios de autobuses. "Este pueblo solía estar formado
por unas 600 personas. Ahora somos 13. Algunos están en el cementerio, el resto
está en las ciudades", dice Boyan, un hombre de 70 años que vive en
Kalotinsi.
Soledad en Kalotinsi
En la aldea de Smirov
Dol, Stanka Petrova -Abuela Stanka para quienes la conocen- se sienta bajo un
árbol en una curva de la carretera para esperar la tienda móvil de alimentos
que sirve la zona. "Yo nací en este pueblo y recuerdo cuando estaba
realmente lleno de gente, era una vida divertida y agradable. Había jóvenes,
ancianos", asegura. "No hay nadie en el pueblo ahora. En esta calle,
por ejemplo, en el pasado vivía
mucha gente, ahora sólo yo estoy aquí", dice.
Le pregunto si se
siente sola. "Por supuesto que estoy sola, es muy difícil", responde
entre lágrimas.
Tienda móvil
La gente de Kalotinsi y
los pueblos de los alrededores compran sus comestibles en una tienda móvil que
visita la zona tres veces a la semana. El servicio está dirigido por Atanas y
Lili Borisov, una pareja de mediana edad. Su camioneta está bien surtida con
todo, desde pan y yogur hasta cigarrillos y cerveza, e incluso medicamentos. En
10 años, nunca han perdido una entrega, aunque en invierno los caminos de la
montaña están cubiertos de nieve.
"Debido a que hay
pocas personas, somos amigos de todos, así que estamos tratando de ayudarles
con todo lo que podamos", explica Lili. La pareja es muy conocida entre
sus clientes, pero Lili asegura que el número de clientes y los beneficios
están disminuyendo. "Empezamos a preocuparnos cuando alguien no aparece en
el lugar donde generalmente nos encontramos, especialmente durante el invierno.
En realidad, tuvimos un caso en el que encontramos a alguien muerto", comenta
Lili.
Medidas
El gobierno ha
comenzado a introducir una serie de medidas para combatir la despoblación y
aumentar la tasa de natalidad: ofrece ayuda económica para los tratamientos de
fertilidad, brinda cuidado de niños y apoyos hipotecarios. También alientan a
los búlgaros que viven en el extranjero a regresar al país: para ellos están
abiertas las puertas, pero para nadie más.
"Bulgaria
no necesita refugiados sin educación", afirma el viceprimer
ministro Valeri Simeonov, un líder de los Patriotas Unidos, un grupo
antiinmigrante que forma parte del gobierno de coalición. En su opinión, la
sociedad búlgara tampoco aceptaría migrantes educados y cualificados. "Tienen
una cultura diferente, religión diferente, incluso diferentes hábitos diarios.
Y gracias a Dios, Bulgaria, hasta ahora, es uno de los países más bien
defendidos de la afluencia de inmigrantes de Europa", afirma.
valla |
Simeonov se refiere a
una valla de alambre de púas que Bulgaria ha estado construyendo a través de su
frontera de 260 km con Turquía para desalentar a los inmigrantes de tratar de
entrar en el país.
Según cifras de la Comisión Europea, Bulgaria sólo ha detenido en los últimos dos
años a unos 50 migrantes procedentes del norte de África y Oriente Medio.
Pero está claro que el
gobierno búlgaro no ve a la inmigración como una posible solución a la
disminución de la población del país.
"Abandonados" Aunque el gobierno
asegura que promueve ideas para impulsar la natalidad, en el campo de Bulgaria
la sensación es que los políticos hablan, pero no actúan.
Antes de abandonar las
montañas, me topé de nuevo con Boyan, el hombre que vive en Kalotinsi. "Estamos abandonados.
Abandonado por todos, los gobernantes y de Dios",
dice.
"Los políticos no
harán nada por nosotros, sólo están interesados en sus propios intereses, no
les importa la gente, especialmente los ancianos de las aldeas, ni siquiera se
preocupan por los jóvenes porque ellos están en el exterior". "Así
que a los políticos no les importa en absoluto y el Estado búlgaro está
desapareciendo".
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Daniel Goleman y la Inteligencia emocional
Daniel Goleman empezó siendo periodista en The New York Times y ahora es el gurú de la Inteligencia emocional. Pasa ya de los 70, vive un otoño muy dulce en su vida y de él llama la atención su sonrisa serena y su mirada penetrante y firme. Es como si siempre fuera capaz de ver más allá de lo que el resto percibimos, un hombre al que no se le escapan los detalles y que encuentra conexiones donde los demás solo vemos coincidencias.
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