lunes, 11 de septiembre de 2017

IMPOSIBLE ENCONTRAR A ALGUIEN PARA CASARSE EN BULGARIA

Imposible encontrar a alguien para casarse en Bulgaria

Bulgaria
"Es imposible encontrar a alguien para casarse": la terrible soledad de los habitantes del país donde la población disminuye más rápido en el mundo.
Tiene 30 años, pero dice que se siente solo. Es uno de los pocos hombres jóvenes que aún quedan el pueblo. "Todos mis amigos, la gente con la que crecí, se fueron hace mucho tiempo", asegura.
Su nombre es Stoyan Evtimov, dirige un grupo de canto folklórico y organiza un festival de música anual, un intento de revivir la música matrimonial tradicional en Peshtera, un pueblo perdido en las montañas de Bulgaria.
Aún así, asegura que la vida en el pueblo se está volviendo insostenible, sobre todo desde el punto de vista sentimental. "Es imposible encontrar a alguien para casarse aquí en el pueblo, o en las aldeas, simplemente porque no hay jóvenes, la única oportunidad de encontrar a alguien está en la ciudad", dice. "Sería muy triste y difícil para mí dejar el pueblo, pero tendré que hacerlo en algún momento".
Después del comunismo
Las aldeas búlgaras, como las de gran parte de Europa, han estado perdiendo habitantes durante décadas. Cuando el comunismo llegó al poder después de la Segunda Guerra Mundial, implementaron la agricultura colectiva y muchos trabajadores agrícolas encontraron empleo en nuevas fábricas. Pero después de que el comunismo cayó en 1989 y las granjas colectivas desaparecieron comenzó la tendencia a abandonar los campos y migrar hacia las ciudades.
Muchas personas no terminaron ahí: continuaron su búsqueda de trabajo y de una nueva vida en el extranjero. En 1989, casi nueve millones de habitantes vivían en Bulgaria. Actualmente son sólo poco más de siete millones. Para 2050 se prevé que este número sea inferior a 5,5 millones. A fines del siglo, podría ser cerca de la mitad de la población actual. Junto al éxodo masivo, otro factor contribuye a esta disminución de la población en Bulgaria: la tasa de natalidad.
La última vez que un niño nació en el pueblo, recuerda la tendera Stefka -cuyos dos hijos se han mudado a la ciudad- fue hace una década. La niña y su madre ahora viven en Chipre, añade. La gran mayoría de las personas que Stefka sirve son mayores de 60 años. Las estanterías están escasamente abastecidas porque no hay muchos clientes y ella cree que, dentro de poco, la tienda tendrá que cerrar.
Stefka
Más arriba en la montaña, los negocios del pueblo ya han dejado de funcionar, junto con las escuelas y los servicios de autobuses. "Este pueblo solía estar formado por unas 600 personas. Ahora somos 13. Algunos están en el cementerio, el resto está en las ciudades", dice Boyan, un hombre de 70 años que vive en Kalotinsi.
Soledad en Kalotinsi
En la aldea de Smirov Dol, Stanka Petrova -Abuela Stanka para quienes la conocen- se sienta bajo un árbol en una curva de la carretera para esperar la tienda móvil de alimentos que sirve la zona. "Yo nací en este pueblo y recuerdo cuando estaba realmente lleno de gente, era una vida divertida y agradable. Había jóvenes, ancianos", asegura. "No hay nadie en el pueblo ahora. En esta calle, por ejemplo, en el pasado vivía mucha gente, ahora sólo yo estoy aquí", dice.
Le pregunto si se siente sola. "Por supuesto que estoy sola, es muy difícil", responde entre lágrimas.
Tienda móvil
La gente de Kalotinsi y los pueblos de los alrededores compran sus comestibles en una tienda móvil que visita la zona tres veces a la semana. El servicio está dirigido por Atanas y Lili Borisov, una pareja de mediana edad. Su camioneta está bien surtida con todo, desde pan y yogur hasta cigarrillos y cerveza, e incluso medicamentos. En 10 años, nunca han perdido una entrega, aunque en invierno los caminos de la montaña están cubiertos de nieve.
"Debido a que hay pocas personas, somos amigos de todos, así que estamos tratando de ayudarles con todo lo que podamos", explica Lili. La pareja es muy conocida entre sus clientes, pero Lili asegura que el número de clientes y los beneficios están disminuyendo. "Empezamos a preocuparnos cuando alguien no aparece en el lugar donde generalmente nos encontramos, especialmente durante el invierno. En realidad, tuvimos un caso en el que encontramos a alguien muerto", comenta Lili.
Medidas
El gobierno ha comenzado a introducir una serie de medidas para combatir la despoblación y aumentar la tasa de natalidad: ofrece ayuda económica para los tratamientos de fertilidad, brinda cuidado de niños y apoyos hipotecarios. También alientan a los búlgaros que viven en el extranjero a regresar al país: para ellos están abiertas las puertas, pero para nadie más.
"Bulgaria no necesita refugiados sin educación", afirma el viceprimer ministro Valeri Simeonov, un líder de los Patriotas Unidos, un grupo antiinmigrante que forma parte del gobierno de coalición. En su opinión, la sociedad búlgara tampoco aceptaría migrantes educados y cualificados. "Tienen una cultura diferente, religión diferente, incluso diferentes hábitos diarios. Y gracias a Dios, Bulgaria, hasta ahora, es uno de los países más bien defendidos de la afluencia de inmigrantes de Europa", afirma.
valla
Simeonov se refiere a una valla de alambre de púas que Bulgaria ha estado construyendo a través de su frontera de 260 km con Turquía para desalentar a los inmigrantes de tratar de entrar en el país.
Según cifras de la Comisión Europea, Bulgaria sólo ha detenido en los últimos dos años a unos 50 migrantes procedentes del norte de África y Oriente Medio.
Pero está claro que el gobierno búlgaro no ve a la inmigración como una posible solución a la disminución de la población del país.
"Abandonados" Aunque el gobierno asegura que promueve ideas para impulsar la natalidad, en el campo de Bulgaria la sensación es que los políticos hablan, pero no actúan.
Antes de abandonar las montañas, me topé de nuevo con Boyan, el hombre que vive en Kalotinsi. "Estamos abandonados. Abandonado por todos, los gobernantes y de Dios", dice.
"Los políticos no harán nada por nosotros, sólo están interesados en sus propios intereses, no les importa la gente, especialmente los ancianos de las aldeas, ni siquiera se preocupan por los jóvenes porque ellos están en el exterior". "Así que a los políticos no les importa en absoluto y el Estado búlgaro está desapareciendo".



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Daniel Goleman y la Inteligencia emocional





Daniel Goleman empezó siendo periodista en  The New York Times y ahora es el gurú de la Inteligencia emocional. Pasa ya de los 70, vive un otoño muy dulce en su vida y de él llama la atención su sonrisa serena y su mirada penetrante y firme. Es como si siempre fuera capaz de ver más allá de lo que el resto percibimos, un hombre al que no se le escapan los detalles y que encuentra conexiones donde los demás solo vemos coincidencias.








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